Hoy, sábado santo, miremos a la Virgen. No tiene a Jesús, está sola, la llamamos Virgen de la Soledad. Pero Jesús, que está enterrado,como el grano de trigo, está también guardado en el corazón amoroso de María, que cree y espera su resurrección.
Un día el arcángel Gabriel le había dicho que sería Madre de Dios. Ella no se quedó pensando en aquellas palabras bonitas, sino que corrió a ayudar a su prima Isabel, que esperaba un hijo. Ahora no se queda en la pena por la muerte de Jesús, reúne y consuela a los apóstoles dispersos. Los mira con amor, será su Madre y conseguirá que cada uno de ellos llegue a ser otro Jesús.
Mira a la Virgen, déjate mirar por ella, que te dice: hijo mío, déjame hacer y llegarás a ser como Jesús.
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