Los buenos pensamientos hay que saborearlos, como los caramelos. Qué dulce es el pensamiento de la misericordia y el perdón. Cuando dos amigos o hermanos se perdonan después de una discusión o pelea se quedan muy a gusto, son más amigos que antes de pelearse. ¡Qué dulce es perdonar y ser perdonado! Los insultos, desprecios, discusiones, peleas y odios son cosas muy amargas y venenosas para el alma, el perdón dado y recibido cura el envenenamiento del alma.
Jesús nunca se cansa de perdonar. Hagamos como él.
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